miércoles, 31 de octubre de 2007

Para saber más. Del libro "ENTENDER LA PSICOLOGIA" Cap 1


INTRODUCCIÓN: HISTORIA, ESCUELAS Y OBJETO DE LA PSICOLOGÍA

1. Concepto
Lo primero que a uno se le ocurre al ponerse en contacto con una ciencia, en este caso la psicología, es preguntar qué es o de qué trata. Y aunque casi todo el mundo cree saber algo sobre esta materia, no resulta fácil encontrar una res­puesta inmediatamente satisfactoria a la pregunta en tomo a lo que es la psicología. Por eso tenemos que realizar, como en otras ocasiones, algunos ro­deos para acercamos poco a poco al conocimiento preciso de su verdadera naturaleza. En principio, hay tres vías de aproximación o de acceso: la etimo­lógica, la operativa y la histórica.
Etimológicamente, la palabra psicología está compuesta de dos voces griegas: psiché (alma) y lo­gos (ciencia). Se trata, por tanto, de la «ciencia del alma», La palabra psicología aparece muy tarde en la historia, hasta el punto de que la primera vez que se utiliza es en el siglo XV con ocasión de unas con­ferencias dadas por Melanchton a los estudiantes universitarios. Y el primer manual que lleva el títu­lo de Psicología es el de Goclenio (siglo XVI-XVII). Por fin, Wolff (siglo XVIII) incluyó la psicología en su famosa clasificación de las ciencias. Evidentemente, el conocimiento que nos ofrece de la psicolo­gía la aproximación etimológica es más bien esca­so, y su imagen queda sumamente alejada de los objetivos y preocupaciones de la psicología actual. Por eso tenemos que acudir a otra vía de acceso más prometedora.
La definición operativa podría ser, en principio, una fórmula ideal para conocer la naturaleza, el método y los contenidos de la psicología como cien­cia. Y esta vía operativa inmediata y eficaz de saber lo que la psicología significa y representa, consiste en conocer lo que los psicólogos hacen, investigan, hablan o escriben. Es evidente que la visita a un centro especializado como la clínica psicológica, el gabinete de orientación, la clase de psicología o la biblioteca de la especialidad es un excelente recur­so para conocer la psicología. Sin embargo, aunque la definición operativa constituye, en principio, una buena estrategia metodológica, al no iniciado pue­de resultarle complicada y hasta perjudicial, d da la ingente cantidad de enfoques, experimentos y da­tos existentes hoy en la investigación psicológica, los cuales pueden confundir, en lugar de aclarar, a la hora de obtener una respuesta satisfactoria.
El escaso resultado de las vías anteriormente utilizadas nos obliga a ensayar otra vía de acceso, la aproximación histórica, en la esperanza de encon­trar, entre los pliegues de la historia de la psicolo­gía, claves suficientes para responder al primer in­terrogante que nos habíamos planteado.

2. Perspectiva histórica
Como dice Boring, la psicología tiene un largo pasado y una breve historia. El largo pasado se re­monta hasta el pensamiento griego donde se en­cuentran las verdaderas raíces de la psicología. La breve historia se inicia, en el siglo XIX, con la inau­guración del primer laboratorio de psicología expe­rimental realizada por Wundt en Leipzig, y se con­tinúa, en el siglo XX, con el manifiesto conductista de Watson. Son estos tres mojones históricos los que han marcado definitivamente la ruta de la psi­cología. Y todos ellos han hecho una particular op­ción por el objeto, el método y la orientación psico­lógica
El objeto de estudio de la psicología griega es el alma. De hecho, el libro De Anima de Aristóteles es la expresión más cabal del pensamiento psicológico griego. El alma viene a significar el origen de la vida, el principio irreductible a la materia, la forma del cuerpo al cual se une como se une la forma- a la materia para constituir una única sustancia (expli­cación hilemórfica). El método que utilizan los filó­sofos griegos en su quehacer psicológico es deducti­vo y racionalista. Es racionalista, porque apelan a la razón como el único instrumento para descubrir la verdad. Los griegos tienen una fe inquebrantable en la capacidad de la razón para captar la esencia de las cosas. Es deductivo, porque parte de princi­pios generales evidentes por sí mismos, de los cua­les hacen deducciones sobre casos particulares lógi­camente relacionados con ellos. Entre los conteni­dos abordan temas de tanto interés como la sensa­ción, la percepción, la memoria, el aprendizaje, las emociones o el desarrollo. La orientación que los griegos dan a su psicología es auténticamente natu­ralista, ya que, según ellos, el ser humano forma parte de la naturaleza, lo mismo que las plantas o los animales. Los griegos interpretan los sucesos psicológicos como adaptaciones del organismo al ambiente, y se enfrentan a ellos de la misma mane­ra que se enfrentan a los sucesos físicos o biológicos, ya que todos ellos forman parte de la naturaleza.

La verdadera historia de la psicología comienza en el siglo XIX, exactamente con un acontecimiento histórico: la inauguración por Wundt en 1879 del primer laboratorio de psicología experimental. Wundt tenía sobre sí el anatema de Kant negando la viabilidad de la psicología como ciencia. Para superar este anatema y hacer de la psicología una ciencia de corte moderno, Wundt tenía que romper con la tradición filosófica y adoptar el método que había hecho avanzar espectacularmente a las cien­cias modernas, es decir, el método empírico basado en la observación de los hechos. En lugar de estu­diar el alma, Wundt va a estudiar la conciencia, la experiencia inmediata; y lo va a hacer sin apoyarse en la evidencia, al contrario, va a utilizar, como herramienta metodológica, la observación contro­lada, es decir, el método experimental, aunque subjetivo, porque se alimenta de los informes que le ofrecen los sujetos experimentales entrenados. La orientación, en un afán de ruptura, es decididamen­te mentalista, ya que la mente, la conciencia, verda­dero objeto de la psicología, es lo que diferencia al hombre del resto de la naturaleza.
Pocos años más tarde (1913), Watson lanza su manifiesto conductista en el que afirma que la psi­cología debe ser «una rama puramente objetiva y experimental de la ciencia natura1»-, que aspira a predecir y controlar la conducta. El método, por su­puesto, será objetivo y experimental, y la orienta­ción claramente naturalista.
Como es fácil observar en estas breves pincela­das históricas, el cambio que ha sufrido la psicolo­gía en el transcurso de los años ha sido espectacu­lar. Por lo que respecta al objeto, se ha pasado de estudiar el alma a estudiar la conciencia, y después la conducta. Desde el punto de vista del método, se ha cambiado el criterio de evidencia por el de la comprobación de los hechos y la experimentación, primero subjetiva y luego objetiva. Y por lo que se refiere a la orientación, ésta ha empezado por ser naturalista, luego se ha convertido en mentalista, para volver a ser de nuevo naturalista, como en los comienzos de la filosofía griega.
Ya tenemos, pues, un avance de respuesta. La psicología, como cualquier organismo vivo, no es sino el resultado de un largo proceso de evolución a lo largo del cual ha ido encarnando diversos para­digmas -el alma, la conciencia, la conducta- en un esfuerzo continuado por encontrar su verdadera identidad, cambiando lógicamente con el tiempo su estrategia metodológica y su orientación interpre­tativa.

3. Escuelas
Otra forma más sistemática de responder al in­terrogante básico planteado es examinar las mu­chas escuelas que surgen a lo largo de la historia con la pretensión de trazar los primeros pasos de esta nueva ciencia psicológica. Se entiende por es­cuela el conjunto de científicos que, sin necesidad de estar físicamente juntos, comparten, sin embar­go, puntos de vista comunes sobre una determinada disciplina. A medida que la psicología se fue sepa­rando de la filosofía, fueron apareciendo una serie de escuelas que pretendían representar, cada una frente a las demás, la verdadera ortodoxia psicoló­gica. Cada una de ellas creía estar en posesión de la verdad y que las otras estaban equivocadas. Como se ha dicho frecuentemente, la lucha de las escuelas psicológicas es una lucha por el objeto y el método de la psicología. He aquí, brevemente, las escuelas psicológicas más importantes:

ESCUELAS PSICOLOGICAS
Estructuralismo
1880-1920
Wundt Tichener
La mente.
La conciencia.
Experimentación subjetiva.
Instrospección
La psicología es la ciencia de la mente
Limitaciones de la introspección; resultado artificiales; deja fuera la psicología infantil
Creación de un método nuevo; carácter científico de la psicología
Funcionalismo
1900
Dewey
Carr
Woodworth
Adaptación al medio. Relaciones funcionales de la conducta
Introspección
Experimentación
Carácter adaptativo de la conducta
Demasiada ecléctica. Poca relevancia teórica
Descubrimiento de relaciones funcionales en aprendizaje y motivación. Desarrollo de tests psicológicos
Conductismo
1915-1969
Watson
Tolman
Skiner
La conducta
Experimentación objetiva
El único objeto científico posible de la psicología es la conducta
Olvida (y, a veces, funciones psicológicas básicas; dependencia excesiva de la experimentación; explicación mecanicista de la conducta; reduccionismo psicológico.
Objetividad científica, rigor método-lógico, definiciones operativas
Psicología de la forma
1915-1960
Wertheimer
Koffka
Köhler
La percepción
Fenomenología.
Observación
La primacía del todo o de la forma (Gestalt)
Demasiada especulación y poca precisión en las demostraciones experimentales.
Importancia de la reestructuración perceptual en la solución de problemas y conducta.
Psicolanálisis
1900-1950
Freud
Jung
Adler
Motivación inconsciente, sexualidad, desajuste
Asociación de ideas y análisis de los sueños
La conducta patológica es resultado de la represión de experiencias sexuales tempranas
Falta de control experimental, falsación imposible, ambigüedad conceptual
Relevancia de la motivación inconsciente, de los factores sexuales, de las primeras experiencias y de los mecanismo de defensa


3.1.- Estructuralismo
Las figuras más representativas del estructura­lismo son Wundt, a quien se conoce como el padre de la psicología, y Titchener que, siguiendo las ideas de Wundt, formalizó el sistema y lo llenó de contenido. El estructuralismo es la primera escuela que aparece en el panorama de la psicología cientí­fica. Para el estructuralismo, el objeto de estudio de la psicología es la conciencia, o mejor, la estructura de la conciencia. Siguiendo el modelo de la biolo­gía, que estudia la estructura de los organismos analizándola en sus más pequeños componentes, la psicología va a estudiar los elementos de la concien­cia, descubriendo a través del análisis el número y la naturaleza de sus componentes más elementales y averiguando, por medio de la síntesis, cómo surge esa estructura a partir de los elementos que la com­ponen.
El método que utiliza el estructuralismo es el método experimental, pero subjetivo, es decir, la introspección, un método nuevo, diferente a los uti­lizados hasta ahora por la ciencia, que se basa en los datos recogidos de los informes que proporcio­naban sujetos, previamente entrenados, después de analizar sus propias experiencias personales. Wundt entrenaba a personas adultas a ver dentro de sus mentes y a analizar sus experiencias vividas; pensaba que, introspeccionando sus propias expe­riencias internas, los observadores serían capaces de identificar la naturaleza de cada componente mental. En sus experimentos, Wundt presentaba a sus observadores un input y les pedía luego que in­formaran de lo que eran conscientes; por ejemplo: les hacía sonar un tono musical y les pedía que ob­servaran su experiencia mental. Con esto esperaba que los observadores analizaran, dividieran y des­compusieran el sonido musical en sus componentes mentales. Sin embargo, descubrió que los observa­dores tendían a analizar el tono de maneras muy diferentes. De esta forma, la búsqueda de la llama­da química mental, es decir, de los átomos o com­ponentes mentales últimos, resultó infructuosa.
La problemática que se plantea el estructuralis­mo es ya en aquellos tiempos verdaderamente su­gestiva. En primer lugar, como ya hemos señalado, analizar la estructura de la conciencia, descubrien­do hasta los componentes más pequeños que se en­cuentran en la misma. Los estructura listas descu­bren que hay en la conciencia estos tres elementos: imágenes, sentimientos y sensaciones. En segundo lugar, buscan las leyes que rigen la combinación de estos contenidos o elementos. Por último, desean descubrir las conexiones existentes entre los conte­nidos de conciencia y sus determinantes fisiológi­cos.
La aportación principal del estructuralismo fue conseguir el respaldo científico que la psicología necesitaba, facilitando de esta forma su entrada en el cuadro de las ciencias y en el ámbito de la ense­ñanza universitaria. También ha tenido un mérito indudable el descubrimiento de un nuevo método científico, la introspección, con todas las limitacio­nes que entraña, por supuesto. En el debe de la es­cuela estructuralista está el reduccionismo que practicó, centrando su atención sólo en la concien­cia y, dentro de ésta, en la estructura, así como el olvido de la psicología infantil, por cuanto sólo aceptaba los informes de los adultos entrenados.

3.2. Funcionalismo
El sistema funcionalista nace como reacción al estructuralista, destacando, frente a la estructura, la función, las actividades y la conducta. Las figu­ras más representativas del funcionalismo son Ja­mes, Angell, Dewey y Mc Dougall.
James y Angell fueron dos de los mejores segui­dores de Wundt, pero en 1890 estaban insatisfechos con la búsqueda de estructuras mentales, ya que la orientación de Wundt era excesivamente estática, teórica y europea. América, en cambio, representa­ba la utilidad, y los americanos querían encontrar soluciones prácticas a los problemas de la vida. Por eso desarrollan una escuela de psicología funciona­lista, ayudados por Dewey.
El funcionalismo consiguió su partida oficial en 1896, cuando Dewey publicó su famoso artículo so­bre los reflejos. Dewey sostenía que la distinción entre cuerpo y mente era artificial, pues cada acto tiene los dos aspectos, físicos y mentales. Esto quie­re decir que no se pueden considerar las actividades mentales aisladamente, como hacía Wundt. Lo que verdaderamente interesa es considerar los procesos mentales desde el punto de vista de las condiciones de las cuales proceden y de las consecuencias que producen.
Mientras los estructuralistas trataban de anali­zar los contenidos de conciencia, los funcionalistas se interesan sobre todo por la función. Se pregun­tan, concretamente, qué hace el hombre y por qué. La respuesta que encuentran es que el hombre hace lo que hace para adaptarse al ambiente. El descu­brimiento del valor adaptativo de la conducta es uno de los grandes valores del funcionalismo que, lógicamente, centrará sus estudios en el aprendi­zaje -por el papel que juega en el proceso de adap­tación-, en la motivación humana y en las diferen­cias individuales.
Los funcionalistas utilizan como métodos la in­trospección, el método fenomenológico y la experi­mentación. El funcionalismo, que fue un sistema psicológico más ambicioso que el estructuralismo, sirvió para abrir nuevas y excitantes áreas dentro de la psicología científica (psicología diferencial, psicología de la educación), si bien se ha movido, como sistema formalizado, dentro de una atmósfe­ra algo vaga y poco definida. Como se ha dicho re­petidamente, en cuanto sistema psicológico, desa­pareció al desaparecer el estructuralismo, al que se opuso; como método, fue desbordado por el conduc­tismo, mucho más radical; ahora bien, como conjunto de valores, especialmente la búsqueda de relaciones funcionales y la acentuación del valor adaptativo de la conducta, todavía permanece vivo entre los psicólogos.
El funcionalismo ha tenido una fuerte influencia en la psicología americana al acentuar la importan­cia de los factores ambientales sobre la actividad mental, con lo cual favoreció el desarrollo de la psi­cología sensorial y la psicología fisiológica. Al des­tacar las consecuencias de los actos mentales,. los funcionalistas consiguieron que los psicólogos se in­teresaran por las respuestas conductuales y el feed­back consiguiente. Además, al señalar que la finali­dad de la conducta era ayudar a los organismos a satisfacer las demandas de la vida diaria, promo­vieron el desarrollo de la psicología aplicada y, en especial, de la psicología clínica.

3.3. Conductismo
El conductismo surge, como una reacción al es­tructuralismo, con el manifiesto conductista de Watson: «La psicología tal como la ve un conductis­ta». Watson, que había sido funcionalista, se apartóde esta escuela porque no era suficientemente radi­cal, y adoptó un punto de vista verdaderamente re­volucionario respecto a las posturas psicológicas anteriores. El problema del funcionalismo era no haber señalado cómo medir los estímulos y las res­puestas con precisión. Además, al igual que Wundt, los funcionalistas creían en la utilidad de la intros­pección como instrumento psicológico. Y lo que es más importante, mientras hablaban de ayudar a la gente a méjorar muchas cosas, no ofrecían una bue­na tecnología del cambio personal. El desarrollo de esta tecnología será obra del conductismo.
Watson proclamó en su manifiesto que la psico­logía debía ser una rama puramente objetiva y ex­perimental de la ciencia natural, y tenía como obje­tivo central predecir y controlar la conducta. Ahora bien, la conducta es para Watson «lo que el organis­mo hace o dice». Influido por los escritos de Pavlov sobre el condicionamiento, Watson afirmaba que toda conducta -aun la más compleja, como el le n­guaje, el pensamiento o la emoción- podía reducir­se a cadenas o asociaciones de estímulo y respuesta, y que estas asociaciones se adquirían a través del proceso de condicionamiento.
Watson no admite que las personas puedan con­trolar sus propias acciones. La descripción del dina­mismo conductual humano es bastante sencillo. Un estímulo entrante llega a una determinada región del cerebro, actúa sobre él, y se produce una res­puesta determinada. La respuesta ocurre a causa del estímulo, pero no a causa de algún estado men­tal dentro del individuo. Evidentemente, resulta mucho más fácil cambiar las respuestas que cam­biar los procesos mentales. No tiene sentido cen­trarse en la mente cuando la conducta es más fácil y más accesible.
Watson veía a los seres humanos como organis­mos pasivos que se limitaban a responder a los am­bientes estimulares en la forma en que sus genes les habían programado a responder. Como Watson nunca consiguió un control completo sobre el am­biente (pasado y presente), nunca formuló solucio­nes prácticas a los problemas diarios que había pro­metido. No supo tampoco apreciar la importancia del feed-back en el modelado de los pensamientos y conductas del hombre. Ese paso -añadir el feed­back y las consecuencias a la fórmula de la conduc­ta- estaba reservado para Skinner.
Para Watson, lo que debe ocupar el centro de la investigación psicológica son los llamados hechos científicos, es decir, fenoménicos, positivos, obser­vables y verificables.
En realidad se puede hablar de dos conductis­mos, uno suave y otro radical. El primero, conduc­tismo metodológico, hace referencia a la aplicación de los principios y técnicas de la investigación ani­mal a la investigación de la conducta humana, por lo cual todo lo que no se ajusta a estas técnicas de tratamiento queda fuera del campo de observación. Se prescinde, pues, de lo que es específicamente hu­mano, los procesos humanos superiores, la vida mental. No se dice nada sobre su existencia, simple­mente se prescinde de ella por razones de método. El segundo, conductismo metafísico, no sólo prescin­de de la vida mental como objeto de estudio, sino que niega su existencia.
El éxito del conductismo fue tan espectacular que prácticamente barrió a todos los demás siste­mas psicológicos, considerándose como el único punto de vista científico digno en el campo de la psicología. Al éxito del sistema contribuyó de forma especial la figura de Skinner, conocido, sobre todo, por sus investigaciones sobre el condicionamiento operante.
Skinner puso a funcionar el conductismo en si­tuaciones de la vida real, demostrando que los orga­nismos son particularmente sensibles a las conse­cuencias de sus acciones. Si un animal consigue un trozo de comida cuando aprieta una palanca en una caja de entrenamiento, este feed-back positivo im­pulsa al animal a repetir la respuesta que suminis­tró la comida. Pero si el feed-back es negativo, el animal ensayará otra respuesta en lugar de conti­nuar apretando la palanca. Es decir, los organismos utilizan el feed-back externo para conducir sus ac­ciones a lo largo de secuencias de conducta orienta­da a la meta. Esto quiere decir que la conducta está determinada por sus consecuencias, y con este prin­cipio por delante Skinner ha llegado a diseñar una de las más impresionantes tecnologías de cambio conductual que el mundo ha conocido.
Ahora bien, Skinner utiliza muchos términos, pero en el fondo de todos sus sistemas sólo hay una idea que ha sabido utilizar con habilidad y que fun­ciona: el refuerzo. Skinner ha demostrado convin­centemente que la conducta puede ser modificada rápida y fácilmente a través del uso cieptífico de premios y castigos, ensayando este procedimiento en la vida social (Walden dos), en el ámbito educati­vo (instrucción programada) y en la clínica (terapia de conducta).
El conductismo ha tenido el mérito de objetivar la psicología, dándole un contenido susceptible de cuantificación y medida, y eliminando -ése es su precio- los contenidos mentales. Asimismo, ha mejorado la aplicación del método científico, exi­giendo objetividad, rigor y sentido operativo, de forma que los investigadores conductistas se han vuelto cuidadosos, críticos y sofisticados en sus mé­todos. Pero el sistema ha levantado fuertes reaccio­nes en contra y tiene muchos puntos vulnerables. Por ejemplo, la concepción radical de la conducta, de la que destaca sólo su vertiente externa, y el re­duccionismo material del que hace gala.
Debido al conocimiento de esas limitaciones, los propios seguidores conductistas desarrollaron mo­delos más efectivos de ayuda a la gente para cam­biarse ellos mismos, desarrollando la modificación cognitiva de conducta, que enseña a la gente a utili­zar las técnicas conductuales para controlar sus pensamientos y acciones, y la teoría del aprendizaje social, que enseña a la gente a cambiar sus ambien­tes para conseguir sus metas personales.

3.4. Psicología de la gestalt (forma)
Los representantes más ilustres de esta corrien­te psicológica han sido Wertheimer, Koffka y Kóh­ler. La idea central de este sistema era destacar la importancia de la configuración (gestalt) de los ele­mentos en todos y la importancia del organismo to­tal. El objeto de la psicología, dicen los defensores de la psicología de la forma, no puede ser el estudio de los elementos de la conducta, ya que el todo es algo más que la suma de las partes: el todo tiene sus leyes propias que la psicología debe estudiar. La clave explicativa de la conducta humana no reside en la experiencia, como se decía anteriormente, si­no en la reorganización del campo perceptivo, es decir, en la configuración dinámica de la experien­cia consciente, y no en los elementos estáticos (sen­saciones, sentimientos) de la conciencia. Esta orga­nización dinámica es inherente a la actividad mis­ma de la percepción.
Mientras que otros sistemas afirman que el am­biente influye directamente en la conducta huma­na, los psicólogos de la forma creen que es más bien la interpretación o representación que hace la per­sona del ambiente lo que influye en la conducta. El origen de esta escuela fue el estudio del movimiento Phi, movimiento aparente de luces que se encien­den y se apagan sucesivamente. El método utiliza­do fue la introspección, la experimentación y la fe­nomenología.

3.5. Psicoanálisis
El psicoanálisis puede hacer referencia tanto a un sistema de principios teóricos sobre la conducta como a una terapia de conducta. Freud, fundador del psicoanálisis, desarrolló, junto con sus discípu­los Jung y Adler, un sistema que, frente al resto de las escuelas, tuvo su centro de actividad en la clíni­ca más que en la universidad.
El objeto de estudio de la psicología, según la escuela psicoanalítica, se centra en los procesos mentales, sobre todo los inconscientes, y en la diná­mica de la personalidad. Freud estaba convencido de que la mayor parte de los síntomas de las perso­nas neuróticas estaban relacionados con sucesos de la vida pasada que los sujetos no querían recordar, señalando, de esta manera, la influencia de la moti­vación inconsciente. Destacó asimismo el papel de los factores sexuales en la génesis de los síntomas patológicos de sus clientes y, lo que es aún más im­portante, que las experiencias sexuales traumáticas sufridas en la infancia estaban en la base de la mayor parte de los conflictos psicológicos. Estos tres descubrimientos: la importancia de la motiva­ción inconsciente, la influencia de los factores se­xuales y el peso de la infancia pertenecen ya al pa­trimonio universal de la cultura psicológica.
El método introducido por Freud es doble: la asociación libre de ideas y el análisis de los sueños. Ambos permiten el acceso al inconsciente. La teoría psicoanalítica tuvo un impacto extraordinario so­bre la psicología, a pesar de que ésta no siempre lo haya reconocido. Su acento en los procesos incons­cientes ayudó a penetrar en las zonas oscuras de la personalidad y a estudiar la conducta anormal bajo perspectivas diferentes. El descubrimiento del peso de la infancia en la patología del comportamiento humano contribuyó a desarrollar un área vital de la psicología, la psicología infantil. La influencia del psicoanálisis no quedó circunscrita al campo de la psicología, sino que se extendió a otros campos de la ciencia, obligando a examinar, y a veces a cam­biar, muchos puntos de vista tradicionales sobre la conducta de los hombres.
Las críticas al psicoanálisis son abundantes y tan apasionadas como apasionada había sido ini­cialmente su defensa. Desde el punto de vista cientí­fico, el único que nos interesa aquí, se han formula­do fuertes reparos. En primer lugar, el psicoanálisis presenta numerosos fallos metodológicos, como, por ejemplo, la ausencia de medida y de control, y ambos se consideran indispensables en el estudio científico de la conducta. Asimismo, el psicoanálisis tiene escasa verificabilidad científica, es decir, re­sulta absolutamente irrefutable, ya que es perfecta­mente compatible con hechos contradictorios: si los hechos predichos se producen, confirman la tesis psicoanalítica, y si no se producen, también se con­firma la teoría, porque ésta también tiene previsto que no se cumplan a causa del comportamiento reactivo de los sujetos. Otra de las reservas contra el psicoanálisis es la escasa eficacia terapéutica, puesto que no está demostrado que se curen más los sujetos que acuden a la terapia que los que no acu­den a ella. Por último, se ha acusado al psicoanáli­sis de haber elaborado una teoría del hombre y de su conducta utilizando un material extraído de la clínica, es decir, material patológico y, por tanto, alejado de la conducta media del hombre normal.
Con el tiempo, las escuelas psicológicas -que se disputaban la verdad sobre el objeto y el método de la psicología- comenzaron a declinar, fundamen­talmente porque la psicología, que continuaba de­sarrollándose aceleradamente, desbordó las limita­das posibilidades de una escuela, y aunque al co­mienzo resultaba fácil encerrar en un sistema los dispersos y rudimentarios conocimientos psicológi­cos, luego se convirtió en una tarea poco menos que imposible, limitándose los investigadores a realizar modelos o sistemas miniatura, pero no sistemas to­tales como los primitivos. De hecho, en la década de los 50 tan sólo quedaban en pie el conductismo y el psicoanálisis, y éste permanecía más cercano a la clínica que a la investigación o a la enseñanza.
Con el triunfo espectacular del conductismo, to­do daba a entender que la psicología había encon­trado, por fin, su identidad y, por tanto, su objeto, declarándose desde entonces como «la ciencia de la conducta». Sin embargo, los mismos defensores del sistema comenzaron a reconocer las limitaciones del conductismo, especialmente del conductismo radical. Una primera limitación es la interpreta­ción mecanicista de la conducta en términos de esti­mulo y respuesta sin querer explicar -se limita úni­camente a la predicción y al control- qué hay entre esos dos elementos aparentes. La segunda limita­ción hace referencia al reduccionismo inaceptable que práctica, al concebir la conducta como una rea­lidad puramente externa y manifiesta, susceptible, claro está, de cuantificación y control, pero des­pojada de toda su riqueza significativa. Por último, el conductismo sitúa el centro de la dinámica de la conducta fuera del sujeto, concretamente en el re­fuerzo, en el ambiente. El refuerzo se convierte, de esta manera, en la clave explicativa del psiquismo y se aplica por igual a todos los campos de la activi­dad humana.
Frente a estas limitaciones surgió, como reac­ción obligada, la corriente cognitiva, vislumbrada en los albores de la escuela conductista por Tolman y cultivada en las pasadas décadas por psicólogos de la talla de Piaget, Bruner o Neisser. Esta nueva corriente ha tratado de llenar los vacíos dejados por el conductismo, ya que no se ha contentado con la predicción y el control de la conducta, sino que ha buscado también la explicación, ampliando el con­cepto de conducta y recuperando así numerosas zo­nas de estudió rechazadas por el conductismo que, sin embargo, son científicamente legítimas y posi­bles; por último, ha tratado de corregir el desplaza­miento a lo extrapsíquico situando el centro de la conducta dentro del propio sujeto, atribuyendo los resortes de la conducta -sobre todo del cambio de conducta- no a factores ambientales externos al sujeto, sino a complejos mecanismos internos que tienen que ver con la decisión personal.
Pero también la psicología cognitiva tiene sus limitaciones. En primer lugar, la acumulación de conceptos. En un afán de pretensión explicativa, ha llegado a pensar que todo se reduce a acumular conceptos o constructos que explican la realidad de­nunciada, sin haber tomado las precauciones nece­sarias para comprobar si esos conceptos responden o no a la presunta realidad objeto de explicación. Por otra parte, la psicología cognitiva dibuja una imagen del hombre teóricamente satisfactoria -es el hombre el que programa su conducta de acuerdo con metas y propósitos libremente concebidos-, pe­ro, en contraste, resulta operativamente deficiente, dada su escasa potencia opera ti va de cambio.
La existencia de estas dos corrientes no significa que haya dos psicologías; simplemente, hay dos concepciones, quizás necesarias e inevitables, pero llamadas a entenderse y a caminar en una dirección convergente y mutuamente enriquecedora. De he­cho, los manuales de los últimos años ya comienzan a definir la psicología como «la ciencia de la con­ducta y de la conciencia», integrando, de esta ma­nera, los dos enfoques psicológicos. Y así tiene que ser por necesidad, pues, como señala Pinillos[1], de la misma manera que no se puede entender una con­ducta sin conciencia, tampoco se puede entender una conciencia descarnada y al margen de la con­ducta.
Una fórmula sencilla de integración podría en­contrarse en una interpretación correcta de la definición más extendida entre los psicólogos como ciencia de la conducta. Al decir que la psicología es la «ciencia de la conducta», deberíamos ver en la ciencia no sólo la tarea de predecir y controlar, sino también la de explicar. Y al hablar de conducta, deberíamos entender por tal no sólo su vertiente externa, pública y manifiesta, sino también, y sobre todo, su correspondiente carga intencional y signifi­cativa. Es más, de esta forma, la psicología tendría como objeto de estudio, por una parte, la experien­cia subjetiva del hombre, es decir, percepciones, emociones y sentimientos: algo difícil de estudiar porque permanece oculto a los ojos del observador; y, por otra, la conducta abierta, manifiesta, directa­mente observable, que puede ser examinada de una forma cuantificable y objetiva.

4. Dimensiones de la conducta humana
Una forma de comprender algo mejor el objeto de estudio de la psicología, dada su natural com­plejidad, podría ser examinar algunas de las mu­chas dimensiones que presenta dicha conducta a la luz de los conocimientos actuales.

4.1. Dimensión cognitiva
Decíamos anteriormente que la orientación cog­nitiva había vuelto de nuevo, y después de un des­tierro bastante prolongado, al primer plano de las ciencias psicológicas, como un correctivo a las limi­taciones de la psicología conductista. Pero lo cierto es que se trata de un enfoque bien distinto al pre­sentado por el viejo estructuralismo. Una de las mejores expresiones de la dimensión cognitiva ac­tual de la conducta procede del modelo de procesa­miento de información.
El modelo de procesamiento de información in­tenta llenar un vacío que habían dejado las teorías conductistas o de caja negra que simplemente esta­blecen conexiones entre el input (estímulo) y el out­put (respuesta), pero no especifican los procesos que intervienen entre esos dos elementos de la con­ducta, quedando así el interior de la caja negra (la mente humana) en total oscuridad. En cambio, el modelo de procesamiento de información pretende describir el trabajo interno de la caja cuyo output desea explicar, introduciendo mecanismos o proce­sos cognitivos entre el input y el output de los seres humanos. Más concretamente, el modelo de proce­samiento de información trata de explicar el cono­cimiento (algo desconocido) por medio de la activi­dad de los ordenadores (algo conocido). Los ordena­dores resuelven una serie de actividades en torno a la información: la detectan, la codifican, la almace­nan y la recuperan, haciendo posible de esa manera la toma de decisiones a partir de la información almacenada. De la misma manera, los seres huma­nos procesan la información (detección, codifica­ción, almacenamiento y recuperación) para poder tomar las decisiones pertinentes.
La diferencia esencial está en que mientras los ordenadores necesitan recibir instrucciones para llevar a cabo las actividades anteriormente señala­das (necesitan evidentemente algunos programas), los seres humanos poseen un sistema nervioso que organiza con admirable precisión el conjunto de ac­tividades encaminadas a conseguir un objetivo de­terminado, con la ventaja de actuar de forma flexi­ble, frente al comportamiento rígido y mecánico de la máquina. El modelo de procesamiento de infor­mación y, en general, el movimiento cognitivo, está generando una gran cantidad de investigación en torno a los procesos internos de pensamiento que explican de esta forma mucho más satisfactoria­mente grandes áreas de la conducta humana.

1. modelo conductista
Estímulo Respuesta
( input) (output)

2. Modelo cognitivo
Estímulo Organismo Respuesta
(input) (outpt)

3. Modelo de procesamiento de información
Estímulo Detección Codificación Alimentación Recuperación Respuesta (output)


4.2. Dimensión biológica
A nadie se le oculta que la conducta humana tiene unas profundas raíces biológicas. Esto signifi­ca que la psicología, como ciencia de la conducta, debe estar atenta a las investigaciones de la biolo­gía actual -investigaciones que han conocido una verdadera explosión en las últimas décadas-, en la seguridad de que el conocimiento de la relación en­tre el funcionamiento fisiológico y la conducta (uno de los viejos objetivos de la psicología estructuralis­ta) permitirá comprender mejor las bases sobre las que se asienta la conducta de los seres humanos y, por consiguiente, la posibilidad de mantenerla, mejorarla o incluso cambiarla.
Recordemos, por ejemplo, los descubrimientos realizados últimamente sobre la codificación cere­bral de los mensajes informativos que desembocan en la experiencia consciente del dolor, y el alivio producido por diversas sustancias naturales segre­gadas por el cerebro al actuar sobre determinadas terminaciones nerviosas, o el ensayo original del marcapasos implantado que controla y neutraliza la experiencia dolorosa en el enfermo crónico ter­minal, o los nuevos descubrimientos sobre la natu­raleza del sueño y sus alteraciones más habituales, o el funcionamiento diferencial de los hemisferios cerebrales y su co-responsabilidad en la regulación de la conducta: el desarrollo de los comportamien­tos relacionados con el sexo, la agresividad, la de­presión o la conducta asociativa.
Los estudios de la genética moderna están escla­reciendo bastantes misterios -durante muchos años ocultos- que se esconden detrás de algunas enfer­medades humanas, permitiendo de esta manera el establecimiento de programas de prevención; por otra parte, destacan, frente a concepciones conduc­tistas excesivamente centradas en la capacidad mo­deladora del ambiente, la fuerza de la herencia co­mo factor estructurador de la conducta, reavivando de nuevo el debate clásico herencia-ambiente, si bien en términos de participación ponderada de los dos elementos del dilema que interactúan obligada­mente en la elaboración del proyecto final. Todo esto viene a poner de relieve que la conducta huma­na tiene raíces biológicas que están ancladas fuerte­mente en el suelo de la herencia y nos unen, desde hace millones de años, con nuestros viejos antepa­sados.
La presencia de una dimensión biológica en la conducta humana no desfigura ni debilita la dimen­sión cognitiva antes apuntada, al contrario, consti­tuye su verdadero complemento. Una conducta pu­ramente biológica no es humana, pero una concien­cia desenraizada o descarnada, como decíamos an­teriormente, tampoco sería humana y, además, no sería ni posible. Sólo a través de la conjunción ar­monizada de los dos elementos, es posible desarro­llar al máximo las potencialidades existentes. El drama surge cuando uno de los dos elementos pone límites al otro.

4.3. Dimensión evolutiva
La conducta humana tiene también una dimen­sión temporal. Los psicólogos han tardado mucho en descubrir las diferencias cualitativas entre el ni­ño y el adulto, deslumbrados sin duda por las fuer­tes diferencias cuantitativas. Pero todos, desde Freud hasta Piaget, han puesto de relieve la impor­tancia de la perspectiva temporal y la forma en que los factores genéticos y ambientales interactúan pa­ra desarrollar la competencia y la conducta de los sujetos. Desde el punto de vista cognitivo, parece claro, por una parte, que las estructuras mentales evolucionan con el tiempo; y por eso la inteligencia infantil es estructural mente distinta a la del adulto. El niño intelectualmente no es un adulto en minia­tura, sino un ser cualitativamente distinto; de ahí que su estructura intelectual merece ser considera­da en forma separada a la del adulto. Por otra parte, las estructuras mentales no son innatas, ni surgen espontáneamente, sino que las construye el sujeto a través de su interacción permanente con el medio. El pensamiento adulto sólo se produce a través de una reorganización del pensamiento infantil.
También Freud ha puesto de relieve la influen­cia de las etapas infantiles en la personalidad hu­mana, hasta el punto de afirmar que en los prime­ros años queda consolidada de tal modo la persona­lidad de cada sujeto, que la vida adulta no hace sino reproducir los esquemas y reacciones del niño en los primeros años de vida. En realidad, muchas de nuestras habilidades sociales, por ejemplo para re­lacionarnos con los demás y para formar amistades, están emparentadas con los modelos de relación es­tablecidos en nuestra infancia con nuestros padres.
Las nuevas corrientes fisiológicas relacionadas con la dimensión evolutiva han abandonado sus preferencias por las etapas infantiles y adolescen­tes para adoptar un punto de vista más global, es­tudiando en profundidad el ciclo total de la vida, desde el comienzo hasta el final de la misma, con especial énfasis en la llamada tercera edad, como consecuencia de los grandes cambios que se produ­cen en esta etapa final y por el alargamiento de la estimación media de vida en la sociedad moderna. De esta forma, la dimensión evolutiva de la conduc­ta ha puesto de relieve que ésta viene afectada profundamente por los cambios relacionados con- el tiempo, está atravesada por su condición temporal, y constituye una de las características más importantes de la conducta humana que, a di­ferencia del animal, tiene conciencia de su tempo­ralidad y vive en múltiples formas su condición de ser histórico. Esta es la razón por la que no se puede influencia puramente mecánica, sino mediada por la conciencia de ese sujeto que construye e interpre­ta dicho ambiente.
De todo lo dicho anteriormente se deduce que, para comprender la conducta humana en su totali­dad, ésta debe ser examinada desde cuatro perspec­tivas distintas y complementarias, teniendo por tanto en cuenta el punto de vista biológico, el punto de vista mental y el punto de vista social, y todos ellos enmarcados en el contexto temporal de refe­rencia, que afecta de forma esencial al ser humano que es un ser profundamente ligado al tiempo, es decir, un ser con historia. Algunos psicólogos insis­ten más en un aspecto que en otro. Algunos, por ejemplo, acentúan la importancia de los factores biológicos y creen que todo lo que el hombre siente y piensa está controlado por la actividad eléctrica y química de su cerebro. Según ellos, el cuerpo con­trola la mente.
Otros psicólogos creen que la conducta no puede ser explicada en términos de elementos biológicos y acuden a estudiar lo que ocurre dentro de la mente (fenómenos personales, privados, no observables, como los pensamientos, emociones, actitudes y de­seos). En este caso, es la mente la que controla el cuerpo. Pero estos dos puntos de vista son incom­pletos. Falta otra perspectiva, ya que el ser humano es también un ser social. Los pensamientos y la con­ducta del ser humano están fuertemente influidos por las personas y las cosas que ocurren alrededor de él, y éstas, a la vez, resultan influidas por los pensamientos y las conductas. Los tres puntos de vista son importantes e imprescindibles para enten­der la conducta humana. Es la perspectiva global la que permitirá entender en su totalidad la conducta humana. Ahora bien, ¿cómo se integra todo esto?
Una de las mejores fórmulas de integración has­ta ahora conocida es la teoría general de sistemas, que pondera por igual las tres dimensiones del ser humano. La teoría general de sistemas trata de ana­lizar el mundo en términos de los sistemas vivos que lo pueblan. Sistema es una organización de par­tes relacionadas entre sí que constituyen, a su vez, subsistemas. Los seres vivos son sistemas orienta­dos a una meta central que es la supervivencia; muestran reacciones emocionales relacionadas con la consecución o no de las metas propuestas; son comprender la conducta humana sin tener en cuen­ta su dimensión temporal.

4.4. Dimensión social
El ser humano es por naturaleza, además de his­tórico, social, y consiguientemente, su conducta tie­ne antecedentes y consecuencias sociales. Frente a la mayor parte de los animales que consiguen relati­vamente pronto su autonomía, el ser humano nece­sita vivir durante muchos años dentro de la matriz familiar que, a su vez, está encuadrada en un con­texto social que le acompaña desde el nacimiento hasta la muerte. Dentro del medio social correspon­diente, las personas se influyen entre sí intenciona­da o inintencionadamente, de forma directa o indi­recta, utilizando la comunicación verbal y a veces la no verbal, de forma personal o a través del grupo. La sonrisa o el llanto del niño tienen evidentes con­secuencias para los padres, que responden de una u otra manera según la naturaleza del mensaje que les envía. A su vez, los padres, a través de la pala­bra, el gesto o la conducta, estimulan, refuerzan o inhiben la conducta del niño, la cual resulta mode­lada con el tiempo por ellos. El modelado de la con­ducta no se produce sólo dentro de la familia, sino que se extiende a los grupos de iguales y, en mayor medida, a los procesos educativos y a los grandes medios de comunicación.
Hoy existe una gran preocupación, a escala uni­versal, por los fenómenos de la violencia, la densi­dad de población, la pobreza, la marginación, la delincuencia y la polución ambiental, aumentando cada vez más el interés por la calidad de vida. Pero todos estos fenómenos apelan, en definitiva, a la comprensión de las causas y consecuencias sociales de la conducta, a cuya explicación ha contribuido, en gran medida, la psicología social.
La aparición de la psicología ambiental en los últimos años ha introducido, dentro de la psicolo­gía, más que un contenido nuevo, un punto de vista diferente bajo el cual se pueden examinar muchos de los contenidos psicológicos, puesto que la con­ducta humana está determinada por el escenario o contexto en el que esa conducta se realiza, si bien la influencia del ambiente sobre el sujeto no es una capaces de aprender y adaptarse; constan de partes organizadas o subsistemas que se comunican unos con otros; tienen estímulos, procesos internos y res­puestas y, por último, son capaces de autocontrol, es decir, pueden alterar sus respuestas para lograr los estímulos que desean. Para lograr el autocon­trol, los sistemas necesitan la capacidad de progra­mar -establecer las secuencias de respuestas que el sistema puede realizar en el futuro-, predecir las consecuencias de sus acciones y conocer los resulta­dos de las mismas. La conciencia emerge en el siste­ma cuando el organismo individual establece una relación especial con sus ambientes y, sobre todo, cuando intenta conseguir su autocontrol y explicar sus propias acciones.
El ser humano no sólo es un sistema, sino un complejo sistema de sistemas. En realidad, cada cé­lula del cuerpo humano es un sistema vivo. Pero las células, a su vez, cooperan para formar otro siste­ma, un órgano corporal determinado, que es un sis­tema con sus propios tipos de estímulos, procesos internos y respuestas. Por otra parte, los diversos órganos del cuerpo humano forman el organismo, que es un sistema vivo mucho más complejo que cualquiera de sus órganos componentes, y tiene propiedades -conciencia, pensamientos, memoria ­que los órganos individuales no poseen. Por último, ningún organismo humano vive su vida aislada­mente, sino que comparte su vida con y es depen­diente de otros seres humanos. Es decir, los organis­mos humanos forman grupos, de la misma manera que sus órganos individuales se unen para formar organismos. El grupo es un superorganismo con propiedades únicas, como la reproducción sexual o el lenguaje. Los grupos sociales, lo mismo que el cuerpo, comienzan siendo pequeños y luego se desa­rrollan lentamente en sistemas altamente com­plejos; a diferencia del cuerpo, como no tienen ge­nes para guiar la secuencia programada, elaboran reglas formales que pueden controlar su funciona­miento. Cada elemento del sistema social tiene una función específica, un papel determinado -profesor, padre, amigo- que se convierten en expectativas de conducta por parte del cuerpo social.
La teoría general de sistemas tiene grandes ven­tajas, al ser una teoría precisa, comprensiva -ya que no trata de desplazar a ninguna otra teoría, sino que trata de integradas a todas-, elegante (por su simplicidad), útil (al ofrecer una visión del ser humano más funcional y global que el resto de las teorías), y, sobre todo, suministra una verdadera tecnología del cambio porque ayuda al hombre a encontrar los estímulos que necesita para alterar sus propias respuestas y las de otros sistemas.
Algunos psicólogos creen que la gente no puede cambiar, aunque se esfuerce; «no se puede cambiar la naturaleza», se dice a veces. Desde la teoría gene­ral de sistemas, un cambio siempre es posible (al menos teóricamente). Ahora bien, un sistema cam­biará siempre sus procesos internos y sus respues­tas, si es capaz de encontrar el estímulo que produz­ca el cambio que desea. Para cambiar a alguien o cambiarse a sí mismo, lo primero que se exige es encontrar los estímulos que producen el cambio. Adoptar este punto de vista tiene sus consecuencias, y es que si no se consiguen los resultados apeteci­dos, no se puede acusar al destino o a la dotación genética.
En realidad, la mayor parte de las cosas desa­gradables que nos ocurren son, al menos parcialmente, fruto de nuestra responsabilidad. Con fre­cuencia encontramos que nuestras actitudes entran en contradicción con nuestras conductas, y resolve­mos el conflicto a base de racionalizaciones compli­cadas, dejando intacta nuestra conducta. La teoría general de sistemas nos recuerda que no basta cam­biar los procesos internos (las actitudes); hay que trabajar hasta cambiar las conductas. Nuestro pro­pio desarrollo personal, nuestro cambio, se hace más fácil cuando recibimos el feed-back de los otros que resulta gratificante; pero este feed-back no lo recibiremos, si no lo ofrecemos a otros cuando lo necesitan. Ayudar a otros significa cambiarse a sí mismo.

5. Relación de la psicología con otras ciencias
La psicología es la ciencia de la conducta. Pero hay otras disciplinas que se identifican también co­mo ciencia de la conducta. Así, la sociología está relacionada también con la conducta. Sin embargo, mientras la psicología está relacionada con el estu­dio de la conducta del individuo, sobre todo huma­no, la sociología y la antropología se centran gene­ralmente en la conducta de los grupos o sistemas, y la etología se ha centrado en la conducta no huma­na, aunque no exclusivamente. Además, la psicolo­gía utiliza el método experimental en sus observa­ciones de la conducta, mientras las otras disciplinas han descansado en técnicas observacionales menos estructuradas y controladas.
También se relaciona la psicología con la fisiolo­gía, que tiene por objeto el estudio biológico de las funciones corporales y constituye un área de espe­cialización dentro de la psicología: la psicología fi­siológica. La educación es una fuente permanente de cuestiones psicológicas relacionadas con el pro­ceso de aprendizaje en general y el remedio y pre­vención de los desórdenes o alteraciones de los niños. La filosofía constituye la base histórica de la psicología en términos de preguntas, respuestas y problemas, planteados en relación con la naturale­za humana, la naturaleza de los fenómenos conductuales y la naturaleza de la investigación científica.

6. Las grandes áreas psicológicas
La psicología tiene componentes básicos y aplicados. La psicología básica se refiere a la teoría psicológica relacionada con el qué, cómo y por qué de la conducta. Por ejemplo, qué centros cerebrales controlan la memoria, qué condiciones ambienta­les favorecen o interfieren el aprendizaje. La psico­logía trata de dar respuestas a estos y otros mu­chos interrogantes en áreas o especialidades como la psicología experimental, evolutiva, fisiológica y social, que son las verdaderas ramas de la psicolo­gía básica.
Psicología experimental. Hace referencia al estu­dio experimental de la conducta. Es una ciencia es­tricta de laboratorio, que usa instrumentos de pre­cisión y exige un alto rigor en el control y en la medida. Intenta realizar experimentos para conse­guir una comprensión básica de la naturaleza hu­mana. Abarca el estudio de la conducta animal (in­teracción cerebro-conducta, efectos de drogas y hormonas) y la conducta humana (trabajos sobre los procesos sensoriales y perceptivos, aprendizaje y memoria, motivación, emoción...).
Psicología evolutiva. Se centra en el desarrollo de la persona humana desde el momento mismo de la concepción hasta la edad madura. El objetivo central es estudiar los cambios que se producen en la conducta humana a lo largo de todo el ciclo vi­tal. Sin embargo, los campos de estudio son tan densos y complejos que se destacan áreas con sig­nificado propio como la psicología infantil, la psi­cología de la adolescencia o de la tercera edad.
Psicología fisiológica. Investiga los fundamentos biológicos de la conducta y, en especial, el sistema nervioso. El objetivo central es comprender las re­laciones entre la conducta humana y sus determi­nantes fisiológicos. Estudios bien recientes se han centrado, por ejemplo, en las bases fisiológicas de la memoria o del lenguaje, los potenciales evoca­dos, los mapas cerebrales o la genética.
Psicología social. Estudia la conducta del hom­bre en sociedad, y especialmente la forma en que influimos y somos influidos por los otros. El com­portamiento del hombre dentro del grupo, los esta­dos de opinión, las actitudes, los estereotipos, los fenómenos de atracción y rechazo, la popularidad, los medios de comunicación de normas son, entre otros, algunos de los temas que se abordan en esta rama de la psicología.
La psicología aplicada abarca las actividades de los psicólogos profesionales que intentan mejo­rar la calidad de vida de las personas. La psicolo­gía aplicada supone la aplicación de la teoría y de la investigación básica a algunos de los problemas que los individuos o grupos deben afrontar en su vida diaria. Un gran número de psicólogos están comprometidos en actividades aplicadas, y mu­chas de sus actividades son clínicas, significando que implican diagnóstico y tratamiento de las per­sonas con necesidad de apoyo emocional. Pero hay otras áreas de la psicología aplicada, además de la psicología clínica, como la psicología educativa, la psicología escolar o la psicología industrial.
Psicología educativa. Hace referencia al estudio de la conducta en el contexto educativo. El centro de interés reside en el examen de los procesos de enseñanza-aprendizaje, así como en los sujetos que en ellos intervienen, el alumno y el profesor. La psicología escolar tiene como objetivo esencial or­ganizar la situación escolar de tal manera que el niño logre el mejor aprovechamiento posible, cen­trándose en los aspectos de rendimiento, salud mental y adaptación social.
La psicología clínica está centrada en los pro­blemas de conducta, tanto de carácter emocional como mental o social. La tarea del psicólogo clíni­co no se limita al diagnóstico psicológico de los problemas conductuales, sino que también aplica el adecuado tratamiento dentro del ámbito de sus competencias.
La psicología industrial estudia la conducta hu­mana en el ámbito del trabajo. Los objetivos de la psicología industrial son múltiples, como seleccio­nar el personal, adaptar al hombre al puesto ade­cuado de trabajo (y el trabajo al trabajador), eva­luar la organización interna del sistema, estudiar los procesos de comunicación entre los distintos ni­veles de jerarquía, así como evaluar y mejorar las condiciones y el estado de ánimo de los trabajado­res.

ESPECIALIDADES PSICOLOGICAS
Psicología experimental
Está dedicada a la realización de experimentos para descubrir las leyes que rigen la conducta animal y humana.
Psicología evolutiva
Estudia los cambios que se producen en la conducta humana a lo largo de todo el ciclo vital, desde la concepción hasta la edad madura.

Psicología fisiológica
Tiene como objetivo central examinar los determinantes fisiológicos de la conducta humana, y en especial el estudio del sistema nervioso.

Psicología social
Estudia la conducta del hombre en sociedad.
Psicología educativa
Está dedicada al estudio de la conducta en el contexto educativo, y especialmente a los procesos de enseñanza-aprendizaje.

Psicología clínica
Se centra en el estudio de los problemas de conducta de carácter emocional o mental. Implica tanto el diagnóstico como el tratamiento.

Psicología industrial
Estudia la conducta humana en el ámbito del trabajo. Se preocupa de la selección de personal y de la adaptación del hombre al trabajo y de éste al trabajador.


Organización de este libro
Según la teoría de sistemas, todos los procesos psicológicos comienzan con los estímulos. Si se quiere conocer lo que hay en la cabeza, debemos comenzar por conocer lo que hacen los sentidos. Por eso empezamos por las funciones sensoriales. El li­bro, siguiendo la teoría general de sistemas, se com­pone de distintas partes, todas ellas relacionadas entre sí, las cuales forman, a su vez, subsistemas. Así, una vez definida la psicología como ciencia de la conducta, se abordan cuatro grandes cuestiones o sistemas: la psicología como ciencia de la conducta, las bases de la conducta, los procesos de conducta y el sujeto de la conducta. A su vez, dentro de cada sistema, surgen diversos subsistemas. El apartado dedicado a los procesos de conducta se subdivide en procesos perceptivos, de aprendizaje, cognitivos y afectivo-motivacionales. Por último se estudia la conducta en sociedad.

7. Tareas de la psicología
Las tareas habitualmente encomendadas a la psicología son éstas: describir la conducta, explicar la conducta, comprender la conducta y mejorar la conducta (aplicar los principios de la conducta para mejorar las condiciones de vida de los seres huma­nos).
La descripción de la conducta hace referencia al contenido de la conducta: qué es la inteligencia, qué es la personalidad, qué es el aprendizaje. Podía­mos definir, por ejemplo, el aprendizaje diciendo que es un cambio permanente de la conducta, o que la inteligencia es lo que miden los tests.
La explicación de la conducta es ya una tarea más compleja, hace referencia al cómo, e investiga las causas inmediatas y evolutivas de la conducta. Por causas inmediatas se entienden aquellos facto­res que están presentes en el ambiente o dentro del individuo y afectan a la conducta del mismo. Las causas evolutivas, en cambio, son condiciones inna­tas y sucesos ambientales que influyen en el desa­rrollo desde el comienzo de la vida.
La explicación real de la conducta hace referen­cia a causas más profundas que van más allá del suceso inmediato o del proceso evolutivo (pregunta por qué), es decir, causas que sólo se pueden encon­trar considerando los sucesos que ocurrieron du­rante el desarrollo de una especie, frente a lo que ocurre durante la vida de un individuo. Son las cau­sas últimas de la conducta, causas que han estado operando durante millones de años configurando las propiedades estructurales del comportamiento. Por último, los conocimientos psicológicos sobre la conducta tienen que aplicarse en la práctica (clíni­ca, situaciones laborales, ambientes educativos), en la esperanza de que la aplicación de esos principios mejore la calidad de vida de los seres humanos.

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